No rechazamos las ilusiones, tampoco buscamos algo. Simplemente volvemos una y otra vez a la postura adecuada y al ánimo de la nada.
Esta práctica no se limita a aquellos momentos en los que estamos sentados, con las piernas cruzadas, abandonados a la quietud y al silencio, sino que se extiende a toda nuestra vida.
Toda nuestra vida incluye aquellos momentos en que practicamos formalmente zazen, o participamos en un retiro, o realizamos actividades que nos parecen propicias y apropiadas desde un punto de vista “espiritual” o “elevado”. Y también incluye todos los momentos de nuestra existencia, del día a dia, las actividades que nos gusta hacer, las actividades difíciles o aquellas que preferiríamos no hacer. "Toda nuestra vida" es por lo tanto, todos los momentos.
Mientras practicamos formalmente zazen nos limitamos a estar simplemente presentes y volver a la postura exacta. De la misma forma, en nuestra vida cotidiana, en el mundo del movimiento, de las palabras, de los otros, de lo confuso y de lo ilusorio, a volvemos una y otra vez a la correcta postura y al estado de presencia, sin discriminar nada, agradable ni desagradable, y a tomar la decisión justa, momento tras momento, sin preocuparnos antes de nuestras preferencias, ni después de sus resultados.
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